Entre la ciencia y la tierra: el arte de escuchar al territorio
Metadescripción (SEO):
Explora cómo los saberes locales y las prácticas comunitarias transforman la planificación territorial en una acción viva, participativa y con identidad. Planificar con las manos es planificar con el alma.
Introducción: el conocimiento que nace de la tierra
Hay un tipo de conocimiento que no se escribe en manuales ni se enseña en universidades.
Es el que se transmite en los surcos, en las mingas, en las manos que construyen, siembran, reparan y cuidan.
Ese conocimiento —el saber local— ha sostenido por siglos la relación entre las comunidades y su territorio.
Hoy, frente a los retos del cambio climático, la desigualdad y la pérdida de identidad cultural, planificar con las manos se convierte en una forma de resistencia y de esperanza: una manera de volver a mirar el territorio desde quienes lo habitan.
El territorio no solo se planifica con mapas, sino también con memoria.
Los saberes locales como brújula del territorio
Durante mucho tiempo, la planificación territorial se pensó desde arriba: técnicos, consultores, planos y normativas.
Pero el territorio no es solo un espacio físico; es una red de vínculos, historias y prácticas cotidianas.
Allí donde la academia ve “zonas de riesgo”, una comunidad ve “tierras de cultivo que florecen cuando el río crece”.
Los saberes locales son, por tanto, una brújula invaluable.
En ellos se guarda la memoria del clima, de los suelos, de los caminos y de las aguas.
Incluirlos no es un gesto romántico, sino una estrategia para lograr planes más realistas, sostenibles y humanos.






