AMBIENTE: DOS CONCEPCIONES QUE APUESTAN POR UN MISMO TEMA

Prof. María Gabriela Camargo Mora
Instituto de Geografía y Conservación de Recursos Naturales. Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela.

Introducción

Los efectos negativos causados por el desarrollo capitalista, que busca la maximización de las ganancias y la obtención de excedentes económicos en un corto plazo, generan una crisis ambiental que se traduce en altos índices de contaminación, sobreexplotación de los recursos naturales y disminución de la calidad de vida de la población. Las manifestaciones de esta crisis se vienen generando en forma desigual, dependiendo del contexto geográfico, cultural, económico, político y de las fuerzas sociales y ecológicas presentes en cada realidad (Leff, 1994).



En respuesta, surgen nuevas estrategias que se orientan bajo los postulados de un nuevo pensamiento u orientaciones desde la perspectiva ambiental de un nuevo desarrollo alternativo, el cual ponen de manifiesto diferentes intereses y preocupaciones frente a la cuestión ambiental. Por tanto, no existe un discurso ni una práctica ambiental unificada. No existe un solo pensamiento para interpretar las nuevas orientaciones sobre el desarrollo (op cit, 1990: 133-140):


En los países desarrollados el ambiente se percibe bajo una perspectiva conservacionista de la naturaleza y política que remedian los efectos contaminantes dentro del contexto económico, de los procesos productivos imperantes, de la racionalidad productiva, de las prácticas de consumo y de los patrones tecnológicos. Sostienen que para la protección del ambiente es necesario el control demográfico y un freno en el crecimiento económico, buscando un balance entre el crecimiento económico y la conservación. Es un discurso que se ha identificado como alarmista y catastrófico.

Por el contrario, en América Latina, el ambiente no se concibe como un costo o limitante del crecimiento sino como un potencial productivo para el desarrollo alternativo, que busca cambios sociales, políticos e institucionales, que le permitan la satisfacción de las necesidades de la población. Incorpora el aprovechamiento de la productividad ecológica de los recursos naturales y la energía social contenida en valores culturales y en las prácticas tradicionales de uso de los recursos naturales, de diferentes regiones y localidades, a través de nuevos espacios para la planificación trans-sectorial de los recursos, la autogestión comunitaria y la descentralización en busca de un desarrollo autosuficiente y sostenido.

Dos concepciones que apuestan sobre un mismo tema: mientras que en los países desarrollados, la defensa del patrimonio y de los recursos naturales es considerado como un estadio superior, en los países en vías de desarrollo, y concretamente en los más desfavorecidos, puede tratarse de un tema de supervivencia diaria. La pobreza es el enemigo principal del medio ambiente, declaraba Ghandhi. No queremos naturaleza sin justicia social, dicen ahora los ecologistas de la India (Surcar, 2001).

En los países en vías de desarrollo, los individuos buscan continuamente cómo minimizar los obstáculos que impiden su bienestar social, para lo cual recurren a la utilización de los recursos naturales, características físicas susceptibles a la actividad humana, que pueden ser convertidas en bienes y servicios aprovechables por los individuos para satisfacer o no, sus necesidades, en función de sus capacidades o habilidades.

Las causas de que lo ambiental tenga todavía menos prioridad en el sur que en los países del norte y que por lo tanto la población no le exija a los gobiernos una acción conservacionista efectiva, son de diferente naturaleza (Gabaldón, 1994):

· En primer término, porque son poblaciones que en gran parte viven en condiciones de vida muy precarias. Satisfacer las necesidades de alimentación, vivienda, salud y servicios sanitarios, constituye la prioridad cotidiana para poder subsistir. Cualquier otra preocupación es subalterna. En esta dura batalla pierde importancia el futuro y por ende la conservación del ambiente y;

· En segundo lugar, los bajos niveles de educación prevalecientes. Son poblaciones que mayoritariamente no han recibido una educación que les permita, adentrarse en el tema y sobre todo entender las múltiples relaciones existentes entre desarrollo, manejo de los recursos naturales y condiciones de vida.

Medio ambiente: concepto amplio, global e integrador

El medio ambiente, bajo las nuevas perspectivas de desarrollo sustentable local, se percibe como un concepto amplio, global e integrador, que permite interpretar la relación de la realidad social con la naturaleza, poniendo énfasis en la diferenciación de las condiciones de existencia y de los estilos de vida de los pueblos. Rechaza el discurso medioambiental que se genera a partir de la detección de graves alteraciones en el funcionamiento de los ecosistemas naturales y que hasta ahora ha sido adoptado por las ciencias sociales.

Catón y Dunlap (1978ª; 1980) y Dunlap y Catón (1979; 1983) citados en Prado (2000:17), desarrollan esta idea mostrando la necesidad de que el viejo paradigma HEP (Human Exceptionalism Paradigm) tiene que dar paso a un nuevo paradigma NEP (New Environmental Paradigm) capaz de considerar de una vez, efectivamente, la influencia recíproca, ineluctable, entre leyes ecológicas y regulaciones políticas, económicas y sociales. El hombre y su medio deben visualizarse como un sistema complejo, cuya definición en términos de variables e indicadores debe realizarse desde una perspectiva integral e integrada de los vínculos que se establecen entre los diversos elementos de dos subsistemas:

El subsistema condiciones y cualidades geoecológicas (naturaleza): referido al análisis del patrimonio y base de sustentación natural (ecológica). Su conocimiento permite comprender la estructura y dinámica del medio natural que sirve de hábitat, medio u objeto de trabajo de la Sociedad. Es la oferta de recursos naturales a la humanidad que se encuentran en el medio natural con diferentes grados de sensibilidad ante la estructura y dinámica socioeconómica.

El subsistema condiciones y cualidades de la estructura y dinámica socioeconómica (hombre): referido a las presiones que ejerce la población sobre las condiciones y cualidades geoecológica por la localización de actividades económicas, dotación de infraestructuras y servicios básicos, configuración territorial (asentamientos humanos, vías de comunicación, flujos, etc.), utilización de recursos naturales, entre otras actividades, que impactan las condiciones y cualidades geoecológicas.

La integración de ambos subsistemas permite definir la capacidad de carga del patrimonio natural y base de sustentación ecológica (naturaleza) y de la dinámica y estructura socioeconómica (hombre), en un tiempo y espacio determinado, así como identificar las limitantes, problemas, recursos y potencialidades que se originan de esta interacción. De esta manera se genera la información básica para poder interpretar la crisis ambiental y orientar estrategias y líneas de acción guiadas por la noción de propósito de la planificación ambiental: lograr el mejor uso de los recursos naturales, mayor calidad de vida para las poblaciones y un desarrollo económico sustentable.


En consecuencia, se establece una relación estrecha entre las necesidades humanas, los satisfactores culturalmente definidos y los recursos naturales, elementos determinantes de estilos de desarrollo específicos, cuyo eje fundamental es la satisfacción de sus necesidades en función de sus realidades.

La satisfacción de las necesidades en los diferentes contextos geográficos debe tener en cuenta que lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino esencialmente los bienes y servicios (satisfactores) que cubren las necesidades, y que el cambio cultural es, entre otras cosas, el reemplazo de los bienes y servicios tradicionales que impactan, al ambiente.

Bajo esta perspectiva, los estilos de desarrollo son opciones que se promueven para satisfacer necesidades humanas, por lo que un estilo de desarrollo debe estar fundamentado en una ética ecológica que contemple la reconciliación del hombre con la naturaleza. Que contemple la satisfacción de las necesidades humanas bajo relaciones de armonía entre los hombres y la naturaleza, que contemple el reemplazo de aquellos bienes y servicios que impactan el ambiente por otros más idóneos acordes a los principios de una nueva racionalidad ecológica.

Agenda 21 Local: plan de acción para la sustentabilidad

La Agenda 21 aprobada en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) celebrada en Río de Janeiro en 1992, denominada "Cumbre de la Tierra", fue un acontecimiento histórico, al instaurarse un nuevo sistema de entendimiento mundial para un desarrollo sostenible. Un entendimiento que respeta la indivisibilidad de la protección ambiental y el proceso de desarrollo. La Cumbre de la Tierra se planteó la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo, dotado de la necesaria eficiencia económica, sin perjuicio de los recursos naturales y de la biodiversidad, ambas convergiendo y sirviendo en una efectiva excelencia humana.

En esta Cumbre de la Tierra se adopta el compromiso de promover el desarrollo sostenible, compromiso que quedaba plasmado en cuatro documentos: la Declaración de Principios, El Convenio Marco sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre Biodiversidad y la Agenda 21.

La Agenda 21 es el documento que mejor incorporó el espíritu de esta cumbre, al tratarse de un plan de acción para la sostenibilidad cuya consecución requería la necesidad de diseñar formas de cooperación y de aprendizajes mutuos entre las administraciones públicas y los agentes sociales. Este documento constituye un manual de referencia para la determinación de políticas empresariales y gubernamentales; propone políticas y programas para la consecución de un equilibrio duradero entre el consumo, la población y la capacidad de sustento de la tierra; describe algunas técnicas y tecnologías que han de implementarse para la satisfacción de las necesidades, combinadas con una cuidadosa gestión de los recursos naturales; explica que la población, el consumo y la tecnología son las principales fuerzas determinantes del cambio ecológico; plantea opciones para luchar contra la degradación de la tierra, el aire y el agua, así como para la conservación de los bosques y la diversidad de las especies; trata la pobreza y el consum excesivo, la salud y la educación; y finalmente exhorta a los gobiernos para que adopten estrategias nacionales para el desarrollo sostenible, las cuales deberán realizarse con la participación de todos los sectores, incluidas las organizaciones no gubernamentales y el público en general (Lostado, 2001).

El mayor grado de éxito de la Agenda 21 es el compromiso en el plano local, es decir, han sido las orientaciones y planteamientos afectos a la dinámica y actuación de las entidades locales en cuanto a sus gestiones, las que han alcanzado verdaderamente un nivel de aceptación por encima del esperado.

El éxito se debe a las Agendas 21 Locales referidas a los instrumentos y programas de carácter estratégico a través de los cuales, los municipios y las ciudades, adoptan para impregnar, sus políticas públicas y dinámicas socioeconómicas, de todos aquellos acuerdos y compromisos lanzados en pro de la sostenibilidad en la Cumbre de la Tierra y plasmados en la Agenda 21. Son los municipios y sus ciudadanos los agentes más cercanos a la problemática ambiental que en ellos acontece[1].

La Agenda, concretamente en su punto 28.1 al referirse a “Autoridades locales y Agenda 21” señala: “...las soluciones de que se ocupa la Agenda 21 se relacionan con las actividades locales, la participación y la cooperación de las autoridades locales, los cuales constituirán un factor determinante para el logro de los objetivos del programa”.

Entre las actividades a realizar en el punto 28.3 señala:

“…cada autoridad local debería iniciar un diálogo con sus ciudadanos, organizaciones locales y empresas privadas y aprobar una Agenda 21 Local. “ Mediante la celebración de consultas y la promoción de un consenso, las autoridades locales recibirían aportes de la ciudadanía y las organizaciones cívicas, empresariales e industriales locales y obtendrían la información necesaria para formular las mejores estrategias. El proceso de consultas aumentaría la conciencia de los hogares con respecto a las cuestiones relativas con el desarrollo sostenible...”



[1] Font y Subirats (2000) analizan las Agendas Locales 21 en la Comunidades de Madrid, Barcelona, Calviá, Victoria Gastéis. España.


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