TERRITORIOS INSTITUCIONALIZADOS
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Mérida-Venezuela.
En el
proceso de tomas de decisiones es necesario la promoción de una buena red
asociativa, la dignificación de los sectores sociales organizados y el fomento
del asociacionismo (Merino, 1998). Estos aspectos de organización social forman
parte del llamado “Capital Social”.
Hanifan
fue uno de los primeros en utilizar el término “capital social” en círculos
académicos, en 1916. Más recientemente, varios estudiosos han contribuido a
popularizar el término y el concepto, entre ellos Bourdieu (1985), Coleman (1988),
Fukuyama (1995), Narayan y Pritchett (1997), Portes (1998), Putnam (1995) y
Woolcock (1998). Incluso antes de que estos académicos escribieran sobre el
capital social, el concepto era conocido por muchos científicos sociales,
aunque lo hayan llamado de otro modo.
Hace
casi cien años, Lyda Judson Hanifan, un joven educador y reformador social del
partido progresista que había estudiado en varias de las mejores universidades
norteamericanas, regresó a su tierra de origen, Virginia Occidental, un Estado empobrecido
en los Apalaches, para trabajar en su sistema escolar rural. Hanifan,
presbiteriano, rotario y republicano, no era un radical, pero llegó poco a poco
a la conclusión de que los graves problemas sociales, económicos y políticos de
las comunidades en las que trabajaba sólo podían resolverse reforzando las
redes de solidaridad entre sus ciudadanos. Observó que habían caído en desuso
las viejas costumbres de vecindad rural y compromiso cívico, como las
sociedades de debate y las fiestas para ayudar a construir graneros e injertar
manzanos. Estas costumbres se habían abandonado casi del todo, y la gente
practicaba menos las relaciones de vecindad. La vida social de la comunidad dio
paso al aislamiento y al estancamiento comunitario (Putnam, 2003).
En
un ensayo escrito en 1916 para recalcar la importancia de un compromiso
comunitario renovado en apoyo a la democracia y el desarrollo, Hanifan acuñó la
expresión “capital social” para explicar por qué era así. Para Hanifan, el
capital social se refería a (Op cit, 2003):
“...esos
elementos tangibles [que] cuentan sumamente en la vida diaria de las personas,
a saber, la buena voluntad, la camarería, la comprensión y el trato social
entre individuos y familias, características constitutivas de la unidad social
[...]Abandonado a sí mismo, el individuo es asocialmente un ser
indefenso[...]pero si entra en contacto con sus vecinos, y estos con nuevos
vecinos, se producirá una acumulación de capital social que podrá satisfacer de
inmediato sus necesidades sociales y producir unas posibilidades sociales
suficientes para mejorar de forma sustancial las condiciones de vida de toda la
comunidad”.
Hanifan
continuaba subrayando las ventajas tanto públicas como privadas del capital
social (op cit, 2003): “La comunidad
en conjunto se beneficiará de la cooperación de todas sus partes, mientras que
el individuo encontrará al asociarse las ventajas de la ayuda, la comprensión,
y la camarería de sus vecinos [...] Una vez que los miembros de una determinada
comunidad se conocen y han convertido en hábito reunirse, mantener trato social
y disfrutar, ese capital social podrá ser dirigido fácilmente, mediante un
liderazgo diestro, hacia la mejora general del bienestar de la comunidad”.
La
descripción del capital dada por Hanifan exponía por adelantado casi todos los
elementos fundamentales de las posteriores interpretaciones del concepto, pero,
al parecer, su invención conceptual no fue objeto de ninguna atención por parte
de otros monetaristas sociales y desapareció sin dejar rastro. Durante el resto
del siglo XX el concepto fue reinventado independientemente en otras seis
ocasiones, por lo menos.
En la década de 1950, el sociólogo canadiense John Seeley y sus colegas emplearon la expresión para indicar que, para el habitante de las colonias suburbanas que asciende en la escala social: “la afiliación a clubes y asociaciones [...] es una especie de título negociable (no-menos real que los valores de bolsa, a pesar de ser psicológico) que su poseedor puede convertir en efectivo, transferir y utilizar como garantía”.
La
urbanista Jane Jacobs la utilizó en la década de 1960 para recalcar el valor
colectivo de los vínculos informales de vecindad en la metrópoli moderna. En la
de 1970, el economista Glenn C. Loury la empleó para poner de relieve la
imposibilidad de llegar a establecer vínculos sociales amplios como afro
americanos como uno de los legados más insidiosos de la época de la esclavitud
y la segregación.
El
teórico social francés Pierre Bourdieu definió el Capital Social, en la década
de 1980, como la: “acumulación de recursos reales o potenciales ligados a la
posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de
conocimiento y reconocimiento mutuos o, en otras palabras, a la afiliación a un
grupo”.
El
economista alemán Ekkehardt Schlicht se sirvió de ella en 1984 para subrayar el
valor económico de las organizaciones y el orden moral. El sociólogo James S.
Coleman hizo que la expresión apareciera por fin sólidamente entre las
cuestiones intelectuales de los últimos años de la década de 1980 al utilizarla
(como lo había hecho en origen Hanifan) para poner de relieve el contexto
social de la educación (Putnan, 2003). Del mismo modo, resaltan los aportes con
la obra pionera de Putnam (1993) sobre los gobiernos locales en Italia.
Putnam
(1995) lo define como el conjunto de características de organización social
tales como redes asociativas, normas establecidas y grado de confianza que
facilitan la coordinación y cooperación para el beneficio mutuo.
En
los últimos años, estudiosos de muchos campos han comenzado a explorar las
múltiples causas y variadas consecuencias del cambio en las reservas del
capital social, y sus trabajos han crecido exponencialmente. Una búsqueda en la
bibliografía sociológica internacional dio como resultado veinte artículos
dedicados al capital social antes de 1981, 109 entre 1991- 1995, y mil tres
entre 1996 y Marzo de 1999. Uno de los rasgos más llamativos de la evolución de
los trabajos sobre el capital social es el ámbito disciplinar en que ese
concepto ha resultado útil – ámbito que abarca no solo la sociología y las
ciencias políticas, donde tuvo su origen, sino también la economía, la salud
pública, el urbanismo, la criminología, la arquitectura y la psicología social,
entre otras disciplinas (op cit, 1993). A partir de los aportes teóricos y
conceptuales señalados, es posible comprender el objeto y alcance del capital
social dentro del marco del desarrollo local:
Bourdieu
(1985), define el capital social como el agregado de los recursos reales o
potenciales que se vinculan a la posesión de una red duradera de relaciones más
o menos institucionalizadas de conocimiento o reconocimiento mutuo. Su tratamiento
del concepto es instrumental y se concentra en los beneficios que reciben los
individuos en virtud de su participación en grupos, y en la construcción
deliberada de la sociabilidad con el objetivo de crear ese recurso. Su
definición permitió aclarar que el capital social puede descomponerse en dos
elementos: primero, la relación social misma, que permite a los individuos
reclamar acceso a los recursos poseídos por sus asociados y, segundo, el monto
y la calidad de esos recursos. Subraya la necesidad de realizar inversión
orientada a la institucionalización de las relaciones grupales (Bourdieu,
1987).
Coleman
(1990) define capital social según su función: no es un ente aislado sino más
bien una variedad de entes diferentes con dos elementos en común: consiste en
aspectos de la estructura social y facilitan ciertas acciones de los actores
(tanto individuales como colectivos) que se encuentran dentro de esa
estructura. Coleman es particularmente explícito al referirse al aspecto del
capital social como generador de bienes públicos, señala que el capital
social no es una propiedad privada, divisible o alienable, sino un atributo de
la estructura en que la persona se encuentra inmersa. El capital social,
beneficia a todos, no primariamente a las personas como individuos.
Tanto
Bourdieu como Coleman hacen extensas referencias al capital social como
atributo de grupos sociales, colectividades y comunidades. Ambos analizan el
papel de las instituciones sociales en su creación. Evidentemente las
comunidades se componen de individuos, quienes se benefician del capital social
comunitario. Y gran parte de la riqueza del ideario del capital social radica
justamente en lo que aclara respecto de la manera en que el capital social
individual interactúa, a veces en contra pero en general para reforzar, con las
instituciones de capital social comunitario (Durst, 2003).
Portes
(1998) también reconoce el carácter colectivo del capital social. Se refiere a
los beneficios de la pertenencia a un grupo, y al capital social como un
aspecto de la estructura social que facilita las acciones de personas y actores
corporativos. Destaca también las funciones de control social de las
instituciones del capital social y de sus mecanismos apropiables por individuos
y por grupos.
De
acuerdo con las diferentes caracterizaciones de los autores, el capital social
son las relaciones sociales basadas en actitudes de confianza y las conductas
de reciprocidad y cooperación, que hacen posibles mayores beneficios que los
que podría lograrse sin estos activos. Postulan que existen dos tipos de
capital social: uno individual y otro comunitario (o colectivo).
El
capital social individual “consta del crédito que ha acumulado la persona en la
forma de la reciprocidad difusa que puede reclamar en momentos de necesidad, a
otras personas para las cuales ha realizado, en forma directa o indirecta,
servicios o favores en cualquier momento en el pasado” (Durston, 2000: 22).
En
cambio, el capital social comunitario “consta de las normas y estructuras
que conforman las instituciones de cooperación grupal. Reside, no en las
relaciones interpersonales diádicas, sino en estos sistemas complejos, en sus
estructuras normativas, gestionadoras y sancionadoras” Durston (2003).
Ambos
tipos de capital social (individual y colectivo) pueden ser definidos, en
parte, por sus efectos esperados (funciones no necesariamente cumplidas en
todos los casos reales, por ser el capital social uno de varios factores
necesarios o posibles para su ocurrencia). Estos dos conceptos son igualmente
válidos y complementarios, pero heurísticamente distintos. Tal como advierte
Portes (1998), no hay que mezclar los intercambios diádicos (entre dos
individuos) con aquellos imbricados (embedded) en estructuras sociales mayores
que garantizan su predictibilidad y su curso.
Mientras
que el capital individual, expresado en redes, desaparece si desaparecen
algunos de los individuos, las formas institucionalizadas (colectivo) de
capital social perduran a pesar del recambio de sus miembros. El surgimiento en
forma rápida de las manifestaciones de capital social suele basarse
principalmente en los lazos existentes de carácter personal o en su creación a
partir de las primeras interacciones
entre personas cuando empiezan a cooperar. Estas relaciones, sin embargo,
desaparecen con igual rapidez ante condiciones adversas. Superar esta
precariedad social implica un proceso de institucionalización: El
establecimiento de normas y sobre todo de detalles de interrelación y
procedimientos que funcionan en forma eficaz para lograr objetivos compartidos.
Figura . Capital social: Institucionalización de las relaciones de
cooperación y ayuda recíproca en el marco de organizaciones.
Desde
esta perspectiva, el capital social es una propiedad de las estructuras
sociales. En su aspecto individual toma la forma de redes interpersonales que
permiten vincularse con los otros en intercambios sociales, contactos y
favores, pero en su sentido colectivo se refiere a la institucionalización de
las relaciones de cooperación y ayuda recíproca en el marco de organizaciones,
empresas, comunidades locales y grupos que integran la sociedad civil. En esta
lógica, el capital social es más que las redes sociales y da forma a
instituciones colectivas (Portes, 2000) (Figura).
La
CEPAL define el capital social como el conjunto de relaciones basadas en la
confianza y en los comportamientos de cooperación y re-procidad. En tal sentido
el Capital Social se fundamenta en tres aspectos fundamentales:
Confianza. La confianza individual es una actitud (no una emoción) basada en la expectativa del comportamiento de la otra persona que participa en una relación, y en el afecto que existe entre ambos. La confianza tiene un soporte cultural en el principio de reciprocidad, y un soporte emocional en el afecto que se siente hacia personas que se muestran confiables y manifiestan confianza en nosotros. Se expresa en conductas reiteradas y reforzadas de expresiones que comunican esa confianza en discursos y en acciones de entrega del control sobre bienes.
Reprocidad.
En las ciencias sociales, sobre todo en la antropología, el concepto de
reciprocidad se ha construido sobre la base del clásico Ensayo sobre el don de
Marcel Mauss. El Ensayo sobre el don, escrito por Mauss a principios de
siglo y publicado en los años cincuenta, identifica a la reciprocidad como
principio regidor de las relaciones institucionales formales e informales en el
ámbito de comunidad. Tanto en las sociedades pre-mercantiles como en las
nuestras existe una lógica de intercambio ajena a la lógica del mercado (aunque
opera también en el ámbito del mercado), que involucra el intercambio basado en
obsequios (objetos, ayuda, favores. Un obsequio es a la vez una señal de
disposición a iniciar una relación social y una obligación culturalmente
sancionada a retribuir. En esta «reciprocidad difusa», la compensación por un
favor, un préstamo o un «regalo» es obligatoria, pero no en forma inmediata ni
siempre de equivalencia precisa, a diferencia de las transacciones mercantiles
(Mauss, 1966).
Cooperación:
la cooperación es la acción complementaria orientada al logro de los
objetivos compartidos de un comienzo común. Se diferencia de la colaboración,
que es el intercambio de aportes entre actores aliados que tienen
emprendimientos y objetivos diferentes aunque compatibles. La cooperación
emerge, en conjunto con la confianza y los vínculos de reciprocidad, como un
resultado de la frecuente interacción de estrategias individuales. Está
teóricamente sustentada en las teorías de juegos y de la cooperación (Axelrod,
1984), que hace posible fomentarla mediante oportunidades iteradas de confiar o
traicionar; o bien puede emerger como una consecuencia no planificada de la
co-evolución de estrategias de múltiples agentes (complexity).
TERRITORIOS PARTICIPATIVOS Y COMPROMETIDOS: REDES
SOCIALES, CAPACIDAD DE ORGANIZACIÓN PARA LA APROPIACIÓN DE LOS PROCESOS
En
la “Guía Europea para la Planificación de las Agendas 21 Locales” auspiciadas
por el ICLEI, se señala que existen muchas organizaciones, grupos e individuos
que participan en la gestión local, a los que se les suele denominar “actores”,
es decir, aquellos que actúan. En el seno de una comunidad local, dichos
actores pueden agruparse en las siguientes categorías: ciudadanos, grupos de
interés, empresas e industrias locales y gobierno central. La vinculación entre
los diferentes actores puede conformar redes de actores para dar soluciones a
las problemáticas planteadas.
Figura. Redes de Actores Territoriales
La red está referida a relaciones específicas entre una serie definida de elementos (personas, grupos, organizaciones, ciudades, países e incluso acontecimientos) (Molina, 2001). El término es aplicable a dos fenómenos: por una parte, a un grupo de relaciones espontáneas que pueden ser descritas en un momento dado y que aparecen en un contexto definido por la presencia de ciertas prácticas, más o menos formalizadas.
Por
otra parte, el termino red también puede aplicarse al intento de organizar esas
interacciones de un modo más formal, trazándoles una frontera o un límite,
poniéndoles un nombre y generando así un nuevo nivel de complejidad, una nueva
dimensión (OIT, 1998). 7 Los lazos relacionales entre los actores constituyen
la preocupación primaria para la teoría de redes, siendo los atributos de los
actores de importancia secundaria.
El
objetivo de una red es el de mantener el flujo de información, y dada la
heterogeneidad de los intereses y objetivos de los participantes, articularse
con el fin de desencadenar hechos políticos y sociales de trascendencia local,
regional, nacional o internacional.
Méndez
(2002) señala que las redes son alianzas o lugares de encuentro de
organizaciones. Formas institucionales y colectivas de organización. Puede
denominarse de diferentes formas tales como asociaciones de organizaciones,
cúpulas, coordinadoras, federaciones, centros nacionales, mesas coordinadoras,
agencias de coordinación, organizaciones sombrilla, consorcios de ONG`s,
encuentros o foros, unión, coalición, frente consejo, entre otras. Es un medio
para la participación comunitaria, que permite la identificación y definición
de las necesidades de la población, los factores culturales y tecnológicos
(invención, asimilación y adaptación) de las diferentes localidades y regiones.
Son fuerzas sociales que emergen de las bases de la sociedad, cuyas relaciones
específicas conforman vínculos con características, recursos, potencialidades y
problemas propios. Las redes se fundamentan en los principios siguientes:
Asociatividad: articulación de unidades sociales o productivas que se
apoyan mutuamente para resolver problemas financieros, económicos, de formación
e identificar oportunidades de solución.
Flexibilidad: dinámico y adaptable a las oportunidades humanas,
idiosincrasias, políticas, culturales, antropológicas, históricas de cada
localidad o región. Innovación: sistema que permite crear condiciones
socio-productivas favorables para el desarrollo tecnológico y de innovación en
una localidad o región. Una red se construye con la acción de cada organización
en su contexto propio. Esta acción redundará en el conjunto, produciendo una
transformación socio espacial. Se considera que la toma de conciencia acerca de
la capacidad de organización influye en la apropiación de los procesos por
parte de los individuos y la participación a su vez va construyendo conciencia
(OIT, 1998).
La
red social implica un proceso de construcción permanente, tanto individual como
colectivo; es un sistema abierto que, mediante un intercambio dinámico entre
sus integrantes y con individuos de otros grupos sociales, permite convertir en
actuales y colectivos los recursos potenciales que poseen los individuos y
generar cambios en la estructuración socio-espacial en un territorio específico
(op cit, 1998)
Por
tanto, los comienzos de una red no fructifican de un día para otro; se trata de
movimientos más o menos organizados, de conversaciones y prácticas sociales, de
momentos de encuentros y desencuentros. Son grupos humanos que crean un campo
de interés común. Méndez (1998) señala que las redes suelen aparecer por
necesidades comunes, como superar la atomización, fortalecimiento,
capacitación, asesoramiento, comunicación, coordinación y necesidad de trabajar
en conjunto para aumentar el impacto. Generalmente no hay tiempo para realizar
en forma individual los controles, las relaciones con el Estado, la
capacitación de los recursos humanos, las evaluaciones y las mejoras
legislativas; por ello, vale la pena reunirse con similares. Las redes están
siendo consideradas como una de las expresiones más recientes de las nuevas
experiencias de desarrollo de articulación y coordinación. Identifica como las
funciones tradicionales de las redes están vinculadas con:
Articulación y Coordinación: Se pueden concretar estas acciones
mediante la gestión de actividades conjuntas entre las organizaciones como
investigación, transferencia de recursos humanos, sistemas informáticos,
servicios de administración, contabilidad, inversiones, relaciones públicas, prensa
y comunicación, entre otros. Es posible realizar una oferta conjunta de
servicios sociales, disminuir gastos en forma conjunta y hasta unir recursos
financieros e invertirlos. Estas organizaciones son facilitadoras del
intercambio Inter institucional e Inter regional, con mayor alcance, porque las
acciones conjuntas trascienden los proyectos puntuales y logran mayores
coberturas.
Fortalecimiento Institucional: La mejora institucional de las
organizaciones integrantes tendrá más sentido sí se conocen sus debilidades y
fortalezas, porque de esa forma se apuntará a reforzar concretamente allí donde
hace falta. Mejorar la calidad de los servicios que prestan, fomentar el
conocimiento sobre el sector, la temática o las organizaciones, profesionalizar
a las organizaciones y sus servicios, trabajar por su fortalecimiento
financiero, aumentar sus capacidades de negociación y concertación. Se trata de
ofrecer asistencia cuando lo requieren las organizaciones integrantes, a los
fines de obtener mejor rendimiento. Estas organizaciones deben preocuparse por
implementar modelos de sistematización y medición del impacto de las acciones
de las organizaciones integrantes.
Representatividad: También conocida como la actividad de lobby o
cabildeo para todas aquellas gestiones en materia legal o fiscal, participación
en redes externas y eventos nacionales e internacionales, presencia conjunta
ante el gobierno, empresas privadas, medios de comunicación y Sociedad Civil;
con el objetivo final de incidir en políticas o modificaciones, en beneficio de
sus organizaciones integrantes. Se trata de organizarse, unificarse, contar con
voces únicas, mejorar la comunicación con terceros e incrementar la capacidad
de exigencia como interlocutor válido jurídicamente hablando. Se pueden
concretar acciones participando en el diseño y evaluación de la política
social, sugerir modificaciones para un marco legal más beneficioso, lograr
puestos de representación en organizaciones públicas y mantener canales de
comunicación y colaboración con el gobierno. En todo caso se trata de promover
la defensa de los derechos de las organizaciones. Para ello, es preciso
situarse con una posición pro-positiva ante los planes del Gobierno y ante la
Política Social en vigencia.
Movilización de Recursos y Beneficios: Entendida como una serie
de modalidades que van desde la preparación y presentación de proyectos
conjuntos a ser ejecutados por varias organizaciones, establecimiento de
prioridades de proyectos financiables, negociación y compromisos con financiadores,
hasta la compra-venta o gestoría de descuentos de bienes y servicios que
reduzcan costos operativos de las organizaciones miembros. Creando bancos
nacionales de información sobre agencias de cooperación, redes temáticas y
regionales se facilitarían los trabajos conjuntos entre organizaciones.
Promoción y Comunicación: Resume todas aquellas actividades que
faciliten la presencia pública, generen opiniones públicas favorables a los
miembros y organización de eventos que reporten experiencias al país y al
sector social. Promover la comunicación, impulsar vínculos de interacción y
cooperación nacional e internacional, difundir experiencias y producir
reflexión y pensamiento. Trasmitir la información necesaria para apoyar el
trabajo de los miembros, presentar documentos públicos y generar opinión
pública sobre aspectos en particular. Constituirse en foros de reflexión en
temas comunes y velar por la mayor presencia, visibilidad y legitimidad del
espacio de las organizaciones. Dar a conocer el trabajo de las organizaciones e
intercambiar información cualitativa y cuantitativa del sector. Asumir y
divulgar opinión y puntos de vistas sobre acontecimientos públicos.
Multiplicación de la Presencia y/o Participación en diferentes
instancias: Las organizaciones cúpula y sus integrantes pueden estar
representadas por cualquiera de sus miembros en cualquier instancia en que
participen. Esto permite ampliar el espacio de participación entre diferentes
frentes. Además, los mecanismos de comunicación de las organizaciones cúpula
permiten compartir la información rápidamente. Actualmente aparecen funciones
con nuevas dimensiones de interés público desde las organizaciones cúpulas
sociales, interesantes para el futuro próximo que serán identificadas.
Autorregulación, Control Normativo o Auditoría Social: Esta
función se realiza sobre las organizaciones miembros para el seguimiento y
evaluación de las organizaciones afiliadas o aquellas que desean pertenecer a
la organización cúpula, lo cual asegura su legitimidad para ser interlocutor
válido por las representadas, mediante el monitoreo permanente de sus programas
y proyectos y de su administración. Control normativo es dar fe de la actuación
de sus miembros, donde establecer normas y vigilar su cumplimiento, es una
condición necesaria. Se pueden garantizar las funciones de representación,
canalización de recursos y promoción, asegurando calidad de las organizaciones
ante los contribuyentes, el Estado, los beneficiarios y ante la opinión
pública. En estas instancias es más fácil compartir o crear principios éticos
comunes, la definición de valores compartidos vinculados con los beneficiarios,
la administración, presentación de cuentas, la relación con el Estado, con los
financista financieros y con otras organizaciones del mismo sector es una tarea
de autorregulación. Las organizaciones cúpula pueden proponer códigos de ética
que se conviertan en referencias para el sector, pueden ejercer control social
sobre las acciones de las organizaciones y transparencia de las cuentas.
Tratándose de que las organizaciones no están obligadas a realizar auditoria de
sus acciones, el exponerse a la regulación de su organización cúpula,
convertiría este accionar en un excelente factor auto-legitimante, y por otro
lado, la organización cúpula se convierte en un instrumento de autorregulación
del sector.
Veeduría Pública: Las organizaciones pueden proponer y vigilar la
ejecución de una política de distribución de la riqueza. Pueden participar en
un plan de seguimiento de la ejecución presupuestaria de los programas sociales
del Estado. Pueden generar propuestas de reforma del sistema político y
económico. Pueden generar información que precise las causas de la pobreza,
pueden elaborar propuestas y metodologías innovadoras producto de la
experiencia colectiva. Pueden apoyar la creación de servicios para los sectores
excluidos. Se trata de "ver" por el colectivo una realidad de interés
público, experiencia similar a la realizada en el ámbito sectorial por las
organizaciones de promoción y defensa de los Derechos Humanos. Es una nueva
función que nos toca cumplir con valentía y exposición pública
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